Remedio infalible para que no te frenen las opiniones de los otros
La historia de cuando quise dejar de fumar y el por qué una psicóloga me recomendó lo contrario; del coach que casi hundió a una astronauta y la solución a una vida vivida en todo su potencial
Mi hijo está obsesionado con los cataclismos.
Solo hoy hemos aprendido que el megatsunami más grande registrado ocurrió en Alaska en 1958 y levantó nada más y nada menos que 523 metros de ola: algo así como 87 autobuses uno encima del otro.
Otro modo de verlo: 131 T-Rex alineados —esta unidad de medida es cortesía de Santiago.
Ambos nos sentimos profundamente impresionados.
También hemos sabido que la escala Fujita, la encargada de medir la capacidad de destrucción de los tornados, sitúa el mayor peligro para los tornados en F5, y que estos pueden llegar a alcanzar una velocidad de 480km/h.
Pero aún con esas, mucho más peligrosos son los huracanes. Los huracanes son lo peor de lo peor.
Pienso que estas cosas las saca de mí: enseguida me enredo con cualquier dato, mucho más cuanto más morboso.
Pero no son solo datos con cierto modo. También son datos increíblemente útiles.
La verdad es que aprender sobre todos los posibles modos en los que las cosas podrían darse la vuelta pone mucha perspectiva a nuestra vida.
Una piensa:
¿De verdad voy a dejar de hacer lo que quiero en este brevísimo espacio que es nuestro paso por la tierra?
¿Cómo es posible que nos olvidemos de lo rápido que puede acabarse todo?
Entiendo que es un mecanismo de defensa, uno utilísimo si me preguntas, pero que pronto puede volverse en nuestra contra.
Hoy pensaba en que todo lo que tengo en la vida podría no tenerlo gracias a lo cerca que no estuve de no publicar nunca mi primer libro.
Estaba TAN obsesionada con lo que el mundo podría pensar de mí que me olvidé de los tsunamis.
Este flamante Mac dorado desde el que te escribo, sobre cuyo extremo superior atisbo las olas del mar, que se rizan en la costa y se deshacen con el agua que cae de la tormenta, podría estar muy lejos de lo que hoy es mi vida.
Este cúrcuma chai latte con leche de avena que humea junto al teclado y que acompaño con un riquísimo dátil podría pertenecer a la vida de otra.
Pero todo es mío.
Es mío, mío, mío.
Tengo una vida magnífica, en mis propios términos, y fue gracias a que quise mirar de frente a los tsunamis.
Y lo hice a pesar de que todo apuntaba a que no sería capaz de hacerlo.
Puede que seas una de esas mujeres —conozco pocas, no se nos educa para eso— a las que les importa poco lo que piensen de ellas.
Si eres tú: bien por ti.
Pero si te frena la opinión de los demás, si sufres por los comentarios de los otros…
Si resulta que tienes un sueño, si tienes una voz que empuja por salir al mundo, si te sientes incapaz de mostrarte en toda tu autenticidad y has convertido tu vida en una cárcel, tienes que leer esto.
Y más te vale hacerlo antes de que llegue el cataclismo.
Porque el cataclismo, querida lectora, llega siempre.
Esta es la historia de cuando quise dejar de fumar y el inconcebible motivo por el que una reputada psicóloga me recomendó lo contrario; del coach que casi hundió a la incipiente carrera de una aspirante a astronauta y la drástica solución a una vida vivida en todo su potencial —muy a pesar del resto.