Cómo usar la Ley de la Atracción (sin creer en ella)
Sobre cambios de dirección con perspectiva de género, Puntos de inflexión, granjearse una Gran vida, optimismo radical, pesimismo defensivo y medidas para «manifestar» éxito en velocidad crucero
Hace unos días hablaba con una amiga que estaba convencida de que había manifestado un problemón en su vida.
Mi amiga en cuestión se machacaba por lo que, a sus ojos, era obvio: no había parado de pensar en lo que no quería que ocurriese, de modo que había acabado atrayéndolo.
Lo peor es que se sentía increíblemente culpable por el lamentable estado de su vida:
—Si me hubiera enfocado en lo positivo —me decía—, no estaría en la posición en la que estoy ahora mismo.
—Espera —le contesté—. Con esto te puedo ayudar.
—Nadie puede ayudarme.
Así que le prometí este post.
La convencí diciéndole que lo que le iba a contar antes valía cuatro cifras y ahora me había empeñado en que llegara a cada rincón del mundo por menos de lo que vale un café semanal en el centro.
Que yo estaba justo en proceso de «manifestarlo».
Le resultó convincente.
Le dije que si entendía esto que hoy te cuento a ti, su vida podía darse la vuelta como un guante, y que lo que iba a enseñarle era infinitamente más mágico que la manifestación, más luminoso que la Ley de la Atracción y muchísimo menos romántico que la idea de la vibración energética… pero efectivísimo.
Nada como ponerle velas a San Judas Tadeo, eso es evidente, pero también potente.
Abrió entonces los ojos mucho y me dijo:
—Está bien. Te escucho.